Tercer año es el año en que los alumnos de la carrera se enfrentan contra los tan anhelados "talleres", una verdadera
guerra intelectual entre "palabras acorazadas" y "caballeros pensantes", ya que, como novatos de la traducción,
nos enfrentamos con palabras que parecen invensibles, como si tuvieran un escudo que impide que sean traducidas, como si tuvieran
poderes que debilitan nuestra capacidad mental para encontrar un equivalente en nuestra lengua madre. La desesperación de
ir perdiendo una guerra se asemeja mucho a la sensación de no poder traducir una palabra de inmediato. Sin embargo, este sentimiento
se va perdiendo con los entrenamientos, con los textos traducidos, con las batallas ganadas, transformándose, más adelante,
en un sentimiento de alegría, de gloria.
Aunque el sentieminto de felicidad invade el corazón de los hombres tras haber ganado la guerra, el inconformismo invade
sus mentes, surgiendo interrogantes como:¿se pudieron haber evitado algunas muertes? ¿pudimos haber hecho las cosas mejor?
Tal como lo piensa un guerrero tras participar en una guerra, el traductor nunca queda conforme con su trabajo, con su traducción.
La perseverancia es un factor importante que, todos los que aspiramos a ser traductores, jamás debemos dejar de lado.
Cuando se esté perdiendo la guerra, tenemos que buscar los métodos adecuados para sacar adelante nuestra traducción, nuestra
guerra traductológica.
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